Este libro está inspirado en una historia real: la valiente labor de las bibliotecarias a caballo, conocidas como «las señoras de los libros» en los Apalaches de Kentucky. El Proyecto de la Biblioteca a Caballo se fundó en los años treinta del siglo xx, con el fin de acercar los libros a zonas aisladas donde había pocos colegios y ninguna biblioteca. En lo alto de las montañas, los caminos eran a menudo simples lechos de riachuelos o senderos accidentados. A lomos de un caballo o una mula, las bibliotecarias a caballo recorrían la misma ardua ruta cada dos semanas cargadas de libros, con independencia de que el tiempo fuera bueno o malo. |
No acepta una bolsa de frambuesas, ni un manojo de verduras, ni nada que papá le ofrezca a cambio. Esos libros no cuestan dinero, como no cuesta dinero el aire. Y no sólo eso, sino que encima dentro de quince días ¡piensa volver por aquí para cambiarlos por otros! |
... de repente oímos un repiqueteo en la ventana nevada. ¡Y ahí está la señora abrigada hasta las cejas! Hace el intercambio por la puerta entreabierta, porque dice que así no cogeremos frío. Cuando papá le pide por favor que se quede a dormir no se deja convencer. «La yegua me llevará de vuelta a casa», responde. |
Me quedo boquiabierto mirando cómo se aleja la señora de los libros. Y mil ideas empiezan a darme vueltas por la cabeza, igual que los copos que el viento hace girar ahí fuera. No sólo es valiente la yegua, digo yo, sino también la señora. De repente me muero de ganas de saber por qué la señora de los libros se arriesga a pillar un resfriado o algo peor. |
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