31 ago 2012

EL NIÑO Y LOS SORTILEGIOS, escrito por COLETTE, música de MAURICE RAVEL




| EL LIBRETO |
Un niño está encerrado en su habitación hasta que acabe los deberes. Hastiado se dedica a matar el tiempo destrozando todo lo que le rodea: el juego de té, los libros, los muebles… Incluso molesta divertido a los animales que pueblan su jardín, ajeno a las consecuencias y a la magia que pronto sus travesuras van a desencadenar.
De repente la magia se apodera del sillón que, para demostrar su malestar, comienza a bailar con una silla Luis XV. Aturdido el niño contempla cómo se ha iniciado una auténtica rebelión de casi todos las cosas que ha torturado (el reloj de pared, la chimenea, etc.) que, enfadadas con él, no van a dejarse avasallar así como así.
Más tarde del papel pintado de la pared surgirán figuras de fábula: pastores con sus cabras que danzan al son de una dulce música. De las páginas de un libro destruido sale una hermosa princesa que le recuerda que romper un libro es matar la imaginación que se encarga de crear los cuentos.
Luego entra en la habitación un viejo profesor, cuya cabeza es el número pi, que enloquece al protagonista con incompresibles fórmulas y delirantes ecuaciones.
El tiempo ha pasado velozmente y ya es de noche en el jardín. Encaramados en un gran árbol, los animales también tienen mucho que reprochar al niño y lo asaltan con sus retos y sus amenazas.
Por fin los que le rodean descubrirán todo lo bueno que hay en el fondo de su corazón.


Personajes
EL NIÑOLA MADRE
EL SILLÓN
LA TAZA CHINA
LA GATA
LA LIBÉLULA
EL MURCIÉLAGO
LA ARDILLA
PASTORA
EL RELOJ
LA TETERA
EL ANCIANO
EL GATO
EL ÁRBOL
LA RANA
MezzosopranoContralto
Soprano
Mezzosoprano
Mezzosoprano
Mezzosoprano
Soprano
Mezzosoprano
Soprano
Barítono
Tenor
Tenor
Barítono
Bajo
Tenor

La acción se desarrolla en una casa de campo, en la actualidad.





PRIMERA PARTE


La Casa 

(Habitación de techo bajo de una casa con
jardín, una casa estilo normado, anticuada, 
con grandes sillones tapizados, un reloj de pared 
con tapa decorada de flores. Un tapiz con dibujos 
de pastores. Una jaula redonda con una ardilla, 
colgando cerca de la ventana. Un toldo frente 
a la gran chimenea, un fuego casi extinguido, 
una olla que ronronea. El gato también. 
Atardecer. El niño, de seis o siete años, sentado 
frente a su tarea apenas comenzada. Muerde su 
portaplumas, se rasca la cabeza y canturrea) 

EL NIÑO
No quiero hacer mi tarea.
Quiero salir a dar un paseo.
Quisiera comerme todos los pasteles.
Quisiera jalar al gato de la cola
y cortársela a la ardilla.
¡Quiero gritarle a todo el mundo!
Quisiera castigar a mi mamá…

(La puerta se abre. Entra la madre) 

MAMÁ
¿Se ha portado bien el bebé?
¿Terminó con su tarea?

(El niño no responde y se desliza,
malhumorado, bajo la silla) 

¡Oh! ¡No has hecho nada!
¡Manchaste de tinta la alfombra!
¿Te disculparás por tu pereza?

(El Niño guarda silencio) 

¿Me prometes, bebé, que vas a trabajar?

(Silencio) 

¿Vas a pedir perdón?

(Por única respuesta, el bebé levanta la cabeza
y le saca la lengua a su madre.) 

¡Oh!...

(Con severidad) 

Aquí está la cena para un niño malo:
té sin azúcar y pan seco.
¡Tú solo te dejaste sin cena!
¡Y piensa en tus faltas!
¡Y piensa en tus deberes!
¡Piensa, piensa especialmente
que has entristecido a tu mamá!...

(La madre se va. El niño queda solo, víctima de
un arrebato de perversa terquedad. Salta y grita 
a todo pulmón hacia la puerta.) 

EL NIÑO
¡No me importa!
¡De todas formas, no tengo hambre!
¡De todas formas prefiero quedarme solo!
¡No quiero a nadie!
¡Soy muy malo!
¡Malo, malo, malo!

(Tira de un manotazo la tetera y la taza que se 
rompen en mil pedazos. Luego trepa al alféizar 
de la ventana, abre la jaula de la ardilla y la 
pincha con su estilográfica. La ardilla, herida 
escapa por una abertura de la ventana. El niño 
salta de la ventana y le jala la cola al gato, 
que maúlla y se esconde bajo un sillón.) 

EL NIÑO 
(fuera de sí)
¡Hurra!

(Blandiendo el atizador, hurga el fuego 
y tira la olla) 

¡Hurra! ¡Hurra!

(Blande el atizador cual espada para atacar 
los personajes dibujados en el papel tapiz, 
que se desgarra. Grandes tiras de tapiz cuelgan
de la pared) 

¡Hurra!

(Abre la caja de reloj y se cuelga del péndulo, 
que se rompe entre sus manos. Luego, al ver 
en la mesa los cuadernos y los libros, los 
desgarra mientras se carcajea.) 

¡Hurra! ¡Ya no habrá más lecciones!
¡Ni más tareas!
¡Soy libre, libre, malo y libre!

(Saciado con la devastación, se deja caer 
sin aliento entre los brazos de un gran sillón 
revestido de una funda estampada. Pero, ¡oh, 
sorpresa!,  los brazos del sillón se apartan, el 
asiento se retira y el sillón, cojeando 
pesadamente como un enorme sapo, se aparta.) 

EL NIÑO 
(asustado)
¡Ah!

(Después de haber retrocedido tres pasos, el 
sillón regresa, pesado y socarrón, y saluda a 
una pequeña butaca Luis XV, que lo invita 
a bailar una danza grotesca.) 

EL SILLÓN
Vuestro humilde servidor, butaca.

LA BUTACA 
(haciendo una reverencia)
Vuestra servidora, sillón.

EL SILLÓN
Ya es hora de librarnos
para siempre de ese niño
y de sus malvados talones.

LA BUTACA
¡Oh, qué alivio!

EL SILLÓN
Nada de almohadones para su sueño.
Nada de asientos para sus ensueños,
Nada de reposo... sólo el suelo desnudo.
Y otra cosa más... ¿Quién sabe?

LA BUTACA
Y otra cosa más... ¿Quién sabe?

LOS DOS
Ya es hora de librarnos
para siempre de ese niño
y de sus malvados talones.

EL SILLÓN
El banco, el sofá, el puf…

LA BUTACA
... y la silla de mimbre...

EL SILLÓN
No quieren al niño.

(Los muebles que acaban de mencionar el sillón 
y la butaca se levantan, agitando los brazos 
y patas, y repiten a coro) 

¡No más niño!

(Paralizado de estupor, el niño,
pegado a la pared, escucha y mira) 

EL RELOJ DE PARED
¡Ding, ding, ding, ding, ding, ding!...
¡Y otra vez, ding, ding, ding!
¡No puedo dejar de campanear!
¡No sé la hora que es!
¡Él ha quebrado mi péndulo!
¡Tengo un terrible dolor de estómago!
¡Siento el aire correr en mi interior!
¡Y estoy comenzando a divagar!

(Sobre sus dos patas, que se asoman bajo la 
caja de madera, el reloj avanza. Tiene un 
pequeño, redondo y rosado rostro y dos brazos 
cortos que gesticulan.) 

EL NIÑO
¡Ah! ¡El reloj camina!

EL RELOJ DE CAJA
Ding, ding, ding…
¡Al menos déjame pasar!
¡Que pueda esconder mi vergüenza!
¡Sonar así, a mi edad!
Yo, yo que tan dulcemente daba las horas:
hora de dormir, hora de levantarse,
hora de que regrese aquel a quien se espera...
¡La hora bendita en que nació el malvado niño!
Quizás, si él no me hubiera mutilado,
nada hubiera cambiado
en esta morada;
quizás, nadie hubiera muerto...
¡Si yo pudiera dar acompasadas, unas y otras,
las horas!
¡Ah! ¡Dejadme esconder mi vergüenza y dolor
de cara contra la pared!

(Se escuchan dos voces gangosas a ras del suelo) 

LA TETERA 
(una Wedgwood negra)
¿Cómo te encuentras?

LA TAZA 
(china)
¡Muy mal!

LA TETERA
Yo un poco mejor...

LA TAZA
¡Vamos!

LA TETERA
Black and costaud, Black and chic, jolly fellow,
I punch, Sir, I punch your nose.
I knock out you, stupid choose!
Black and thick, and vrai beau gosse,
I box you, I marm´lade you…

LA TAZA
Keng-ça-fou, Mah-jong,
Keng-ça-fou, también kong-kong-pran-pa,
Ça-oh-râ, Ça-oh-râ…
Cas-ka-ra, harakiri, Sessue Hayakawa
Hâ! Hâ! Ça-oh-râ les parecen a ustedes chinos.

LA TAZA, LA TETERA
Hâ! Ça-oh-râ toujours l'air chinoâ.
Ping, pong, ping…

(La taza y la tetera se alejan bailando) 

EL NIÑO 
(asustado)
¡Oh! ¡Mi hermosa taza china!

(El sol se está ocultando. Sus rayos rojizos caen 
horizontalmente. El Niño tiembla de miedo y de 
soledad; se acerca al fuego, que le escupe a la 
cara una chispa encendida.) 

EL FUEGO 
(saltando fuera de la chimenea, delgado, 
menudo, deslumbrante.)
¡Aléjate!
¡Caliento a los buenos, pero quemo a los malos!
¡Pequeño bárbaro imprudente, has insultado a 
todos los dioses benévolos que levantaron entre 
la desgracia y tú una frágil barrera!
¡Has blandido el atizador, volcado la olla y
esparcido las ascuas! ¡Ten cuidado!
¡Cuídate del ondulante fuego o te derretirás 
como un copo en su lengua escarlata!

(El fuego avanza revoloteando y persigue al niño 
que se protege tras los muebles. Detrás del 
fuego, naciendo de sus pasos, se levanta la 
ceniza. Es gris, ondulante y callada. Al principio 
el fuego no la ve, luego, al avistarla, juega con 
ella que intenta, con su velo gris dominarlo. Él 
ríe, escapa de ella y baila. El juego sigue hasta 
que, cansado de pelear, el fuego se deja agarrar. 
Intenta liberarse por última vez; brilla otra 
vez por un instante, luego se duerme. En ese 
momento deja de arder, las sombras invaden la 
habitación, el ocaso ha llegado, las estrellas se 
ven por las ventanas y el color del cielo presagia 
la aparición de la luna llena.) 

EL NIÑO 
(en voz baja)
Tengo miedo, tengo miedo...

(Dos risitas le responden. Busca, y ve cómo se 
levantan las tiras desgarradas del tapiz. Todo 
un cortejo con los pequeños personajes del 
papel avanza, un poco ridículos pero muy 
conmovedores, pastorcillas, pastores, 
ovejas, perros, cabras, etc. Una música 
de chirimías y de tambores les acompaña.) 

LOS PASTORES
¡Adiós, pastorcillas!

LAS PASTORCILLAS
¡Pastores, adiós!

PASTORES, PASTORCILLAS
¡Ya no llevaremos nuestras ovejas
a pastar a la hierba malva!

LOS PASTORES
¡Ay, nuestra cabra violeta!

LAS PASTORCILLAS
¡Ay, nuestros tiernos corderos color rosa!

LOS PASTORES
¡Ay, nuestras cerezas escarlatas!

PASTORES, LAS PASTORCILLAS
¡Nuestro perro azul!

LOS PASTORES
Cuando estábamos abrazados, pastorcillas...

LAS PASTORCILLAS
Con los labios en el corazón, pastores...

LOS PASTORES
¡Nuestro amor parecía eterno!

LAS PASTORCILLAS
¡Eternas parecían nuestras flautas!

UN PASTOR
El malvado niño ha desgarrado
nuestra tierna historia.
Un pastor por aquí... una pastorcilla por allá...
El malvado niño, ¡a nosotros!
a quien debe su primera sonrisa.

UN PASTOR, UNA PASTORCILLA
Un pastor por aquí... una pastorcilla por allá...
El malvado niño, ¡a nosotros!
a quien debe su primera sonrisa.

UNA PASTORCILLA
El ingrato niño, que dormía bajo el cuidado
de nuestro perro azul...
¡ay, y de nuestra cabra violeta!

UN PASTOR
¡Ay, y de nuestras ovejas rosas y verdes!

(Ballet de los pequeños personajes, que expresan, 
mientras danzan, la tristeza de no poder estar 
juntos de nuevo. Se alejan, y con ellos la música 
de cornamusas y tambores. El niño se ha 
tumbado en el suelo, con la cara entre sus brazos 
cruzados. Llora. Aprieta las hojas desgarradas 
de los libros, una de las grandes páginas, que él 
había extendido se levanta como una losa, para 
dejar pasar primero una lánguida mano, luego 
una cabellera de oro, luego una princesa de 
cuento de hadas con sus brazos cargados de 
joyas.) 

EL NIÑO 
(maravillado)
¡Ah! ¡Es ella!... ¡Es ella!...

LA PRINCESA
Sí, soy yo, tu princesa encantada.
Ella, la que tú llamabas en sueños,
la noche pasada.
Ella, cuya historia, apenas ayer,
te mantuvo despierto por mucho tiempo.
Te cantabas a ti mismo: 
"Ella es rubia, de azules ojos color cielo".
Tú me buscaste en el corazón de la rosa
y en el perfume del lirio blanco.
Tú me buscaste, pequeño enamorado,
y fui, desde ayer, tu primer amor.

EL NIÑO
¡Ah! ¡Es ella!... ¡Es ella!...

LA PRINCESA
Pero rompiste el libro...
¿Qué sucederá conmigo?
¿Quién sabe si, el malvado hechicero
no me enviará al sueño de la muerte,
o acaso, me disolverá en una nube?
Dime, ¿no te lamentarás el no saber nunca
el destino de tu primer amor?

EL NIÑO 
(temblando)
¡Oh! ¡No te vayas! ¡Quédate! Dime...
¿Y el árbol donde cantaba el pájaro azul?

LA PRINCESA 
(señalando las páginas arrancadas)
Mira sus ramas, mira sus frutos, ¡ay de mí!...

EL NIÑO 
(ansioso)
¿Y tu collar?...¿Tu collar mágico?

LA PRINCESA 
(señalando de nuevo)
Mira sus cuentas rotas, ¡ay de mí!...

EL NIÑO
¿Y tu caballero?
¿El príncipe con el yelmo color del alba?
¡Él debe venir! ¡Tiene una espada!
¡Si yo tuviera una espada! ¡Ah! 
¡Una espada en mis manos!
¡Yo sabría defenderte!

LA PRINCESA 
(retorciendo sus manos)
¡Ay de mí! pequeño amigo mío.
¿Qué puedes hacer por mí?
¿Sabes cuánto dura un sueño?
Mi sueño es tan largo, tan largo,
que quizás, al final del sueño,
¡seas tú, el príncipe con el yelmo del alba!...

(El suelo se mueve y se abre a los pies de ella.
Ella grita) 

¡Auxilio! ¡Auxilio!...
¡El sueño y la noche quieren llevarme! ¡Auxilio!

EL NIÑO 
(intenta sostenerla en vano por sus cabellos 
dorados, por sus velos, por sus manos blancas.)
¡Mi espada! ¡Mi espada! ¡Mi espada!

(Pero una fuerza invisible aspira a la princesa 
que desaparece bajo la tierra.) 

EL NIÑO 
(solo y desolado)
Tú, el corazón de la rosa.
Tú, el perfume del lirio blanco.
Tú, tus manos y tu corona,
tus ojos azules y tus joyas...
Sólo me has dejado, cual rayo de luna,
un cabello de oro sobre mi hombro.
Un cabello de oro... y el recuerdo de un sueño...

(se inclina y busca entre las hojas desgarradas 
el fin del cuento de hadas, pero es en vano) 

Nada... Todos estos son libros áridos,
de frías y secas lecciones.

(Los patea. Voces chillonas salen de entre las 
páginas que dejan ver a las gesticulantes 
figuritas de los números. De un álbum abierto 
como un techo, salta un viejecillo jorobado, de 
nariz ganchuda, barbado, vestido con números, 
sombrero en forma de "p", ceñido con una cinta 
métrica y armado con una regla. Sostiene un 
libro de madera que golpea cadenciosamente. 
Baila mientras recita fragmentos de problemas.) 

EL VIEJECILLO
¡Dos grifos de agua fluyen a un tanque!
¡Dos ómnibus dejan una estación
a veinte minutos de intervalo,
valo, valo, valo!
¡Una campesina,
sina, sina, sina,
lleva todos sus huevos al mercado!
¡Un mercader de telas,
telas, telas, telas,
vende seis metros de trapo!

(ve al niño y se le acerca de una 
manera malévola.) 

EL NIÑO 
(aterrado)
¡Dios mío! ¡Es la Aritmética!

EL VIEJECILLO, LOS NÚMEROS
¡Tica, tica, tica!

(Danzan alrededor del niño 
multiplicando sus maléficos pases.) 

Once mas seis: ¡veinticinco!
Cuatro mas cuatro: ¡dieciocho!
Siete por nueve: ¡treinta y tres!

EL NIÑO 
(sorprendido)
¿Siete por nueve, treinta y tres?

LOS NÚMEROS
(levantando las hojas y chillando)
Siete por nueve: ¡treinta y tres! etc.

EL NIÑO 
(con audacia)
Tres por nueve: ¡cuatrocientos!

EL VIEJECILLO 
(balanceándose para mantener el ritmo)
Milímetro,
centímetro,
decímetro,
decámetro,
hectómetro,
kilómetro,
miriámetro.
¡Sin fallar!
¡Qué felicidad!
¡Millones,
billones,
trillones,
y fracciones!

LOS NÚMEROS, EL VIEJECILLO
¡Dos grifos de agua fluyen a un tanque! Etc.

LOS NÚMEROS
(hacen bailar al niño con ellos)
Tres por nueve: ¡treinta y tres!
Dos por seis: ¡veintisiete!
¿Cuatro mas cuatro?... ¿Cuatro mas cuatro?...
Cuatro por siete: ¿cincuenta y nueve?
Dos por seis: ¡treinta y uno!
Cinco por cinco: ¡cuarenta y tres!
Siete mas cuatro: ¡cincuenta y cinco!

(Giran desenfrenadamente. El niño, aturdido, 
cae al suelo. El Viejecillo y el coro se retiran.) 

Cuatro mas cuatro: ¡dieciocho!
Once mas seis: ¡veinticinco!

(El niño se sienta con dificultad. La luna ilumina 
la habitación. El gato negro se desliza bajo el 
sillón. Se estira, bosteza y se relame. El niño no 
lo ve pues, cansado, tiene la cabeza apoyada en 
un taburete. El gato juega, haciendo rodar una 
bola de estambre. Se acerca al niño e intenta 
jugar con su cabeza rubia como si fuera una 
pelota.) 

EL NIÑO
¡Oh! ¡Mi cabeza! ¡Mi cabeza!

(Se levanta y mira al gato) 

¿Eres tú, gato? ¡Qué grande y terrible eres!
¿Sin duda que tú también hablarás?

(El gato dice que no con la cabeza, maúlla y 
se aleja del niño. La gata blanca aparece en 
el jardín. El gato deja de jugar.)


SEGUNDA PARTE


El Jardín 

(El gato persigue a la gata. El niño los sigue 
tímidamente, hasta el jardín. En ese momento 
las paredes se apartan, el techo se eleva y el niño 
se encuentra, junto con el gato y la gata, en el 
jardín iluminado por la luna y los arreboles 
del ocaso. Árboles, flores, un pequeño estanque 
verde, un grueso tronco vestido de hiedra. 
Música de insectos, de ranas, de sapos, de 
búhos y ruiseñores.) 

EL NIÑO 
(abriendo los brazos)
¡Ah! ¡Qué alegría encontrarte de nuevo, jardín!

(Se apoya en el tronco de un árbol, que gime) 

EL NIÑO
¿Qué?...

EL ÁRBOL 
(gimiendo)
Mi herida… Mi herida...

EL NIÑO
¿Qué herida?

EL ÁRBOL
Aquella que tú ocasionaste en mi costado
con el cuchillo… ¡Ay de mí!
Sangra nuevamente savia...

LOS OTROS ÁRBOLES
(gimiendo y balanceándose)
Nuestras heridas... Están recientes 
y sangran savia nuevamente... ¡Oh, malvado!

(El niño apiadado, apoya su mejilla contra la 
corteza del grueso árbol. Una libélula pasa y 
desaparece. Vuelve a pasar. Otras la siguen. 
Una mariposa nocturna la imita. Otras 
mariposas nocturnas, otras Libélulas.) 

LA LIBÉLULA
¿Dónde estás?
Estoy buscándote…
La red…
Te atrapó…
¡Oh tú, querida,
tan larga y frágil,
tus turquesas,
tus topacios,
el aire que amabas,
los extraño menos 
de lo que te extraño a ti!

EL RUISEÑOR
¡Ah!...

LA LIBÉLULA
Sola, sola...
languidezco...
te busco...

(Al niño, volando alrededor de su cabeza) 

¡Devuélvemela!
¿Dónde está?
¡Mi compañera!
¡Devuélvemela!

EL NIÑO
¡No puedo! ¡No puedo!...

LA LIBÉLULA 
(insistiendo)
¿Dónde está ella?

EL NIÑO 
(volviéndose de espaldas)
No puedo...

(aparte) 

La libélula que atrapé...
La pinché con un alfiler...
Contra la pared...

(aterrado) 

¡Ah!...

EL MURCIÉLAGO 
(en el aire)
Devuélvemela... Tsk, tsk, devuélvemela...
Tsk... mi compañera...
La murciélago... ¿Qué sabes de ella?

EL NIÑO 
(bajando la cabeza)
¡Lo sé!

EL MURCIÉLAGO 
(volando)
El bastón... Tsk, tsk... la persecución...
la noche anterior... Tsk... Tu victoria...
Y el animalito, ahí, muerto a tus pies...

EL NIÑO
¡Piedad!

EL MURCIÉLAGO
El nido lleno... los pequeñitos... sin su madre.
Ellos necesitan... Tsk, tsk, ser alimentados...

EL NIÑO
¡Sin su mamá!

EL MURCIÉLAGO
Ahora, nosotros... Tsk, tsk...
Volamos. Cazamos...
Regresamos... cazamos...
Comemos...Tsk... Tsk...
Esa es tu culpa...

(Ronda de los Murciélagos. Debajo de ellos, una 
pequeña rana sale del estanque, se apoya con 
sus dos manecitas en la orilla. Otra hace lo 
mismo, luego otra y el estanque se llena de 
ranitas que salen y entran jugando al agua. 
Una de ellas, después de haber bailado, apoya 
sus manos sobre la rodilla del niño.) 

LA ARDILLA 
(cortante a la rana)
¡Sálvate, tonta!... ¿Y la jaula? ¿La jaula?

LA RANITA
¿Kekekekeke de verdad?

LA ARDILLA 
(ahogándose con sus dos manitas y 
tosiendo como lo hacen las ardillas)
La cárcel... Cof, cof. La cárcel.
La pluma que pica, entre dos barrotes.
Cof, cof. Yo puedo escapar, pero tus cuatro 
patitas húmedas no son tan buenas como las mías.

LA RANITA
¿Qué-qué-qué-qué es lo que dices?
No conozco la ja-ja-ja-jaula.
Conozco la mosca sobre mi cabeza. 

(Salta.) 

¡Ploc! Y la red roja. 

(Salta.) 

¡Ploc! El cebo viene, salto, me dejo atrapar, 
me escapo, regreso. ¡Ploc!

LA ARDILLA
¡Descerebrada! ¡Acabarás como yo!

EL NIÑO
La jaula, era para apreciar mejor tu agilidad,
tus cuatro patitas, tus hermosos ojos...

LA ARDILLA 
(sarcástica)
¡Sí, para apreciar mis hermosos ojos!
¿Sabes qué reflejan mis hermosos ojos?
¡El cielo libre, el viento libre, mis hermanas
libres, saltando como si volaran!...
¡Mira lo que reflejan mis hermosos ojos,
relucientes de lágrimas!

(Mientras habla, el jardín se puebla de ardillas 
saltarinas. Juegan, se acarician y hacen 
cabriolas en el aire. Una pareja de libélulas, 
abrazadas, se separan y se juntan. Un grupo 
de mariposas nocturnas las imita. Otros grupos 
se juntan y se separan. El jardín, palpitante de 
aleteos, brillante de ardillas, es un paraíso de 
ternura y de alegría silvestre.) 

EL NIÑO
Se aman... son felices...
Me han olvidado...

(El gato negro y la gata blanca aparecen en lo 
alto de la pared. El gato lame dulcemente las 
orejas de la gata y juega con ella. Se mueven, 
uno sigue al otro a través del angosto muro.) 

EL NIÑO
Se aman... son felices...
Me han olvidado...

(Enojado consigo mismo grita)  

¡Mamá!

(Al grito, los animales se levantan, se separan, 
unos vuelan, otros corren mezclando sus voces 
con la de los árboles y gritan) 

LOS ANIMALES, LOS ÁRBOLES
¡Ah! ¡Es el niño del cuchillo!
¡Es el niño del bastón!
¡El malvado con la jaula!
¡El malvado de la red!
¡El que no ama a nadie
y al que nadie quiere!
¿Se escapará?
¡No! Debe ser castigado.
¡Yo, mis garras!
¡Yo, mis dientes!
¡Yo, mis alas con garras!
¡Unámonos, unámonos!

(Los animales caen sobre el niño. Un frenesí 
que se convierte en lucha, cada animal quiere 
castigar al niño. Los animales comienzan a 
pelearse entre ellos. El niño, ora atrapado ora 
libre, ora vuelto a atrapar, pasa de pata en pata. 
En el clímax de la pelea, el niño se tira contra 
una esquina del escenario, olvidado por los 
animales, que siguen peleando. Al mismo tiempo, 
una pequeña ardilla, herida, cae junto al niño 
con un llanto agudo. Los animales avergonzados, 
se detienen, se separan, rodean a la Ardilla que 
hirieron. Con su pañuelo de cuello, el niño venda 
la pata herida de la ardilla, luego cae sin fuerzas. 
Silencio, los Animales están sorprendidos.) 

UN ANIMAL 
(rompiendo el profundo silencio)
Le curó la herida...

OTRO ANIMAL
Él le curó la herida... le vendó la pata...
Detuvo la sangre.

LOS OTROS ANIMALES
Él sufre... Está herido... Sangra...
Él le curó la herida... Hay que vendarle la mano.
Detener la sangre... ¿Qué vamos a hacer?
Él sabe como curar una herida... ¿Qué haremos?
Nosotros lo lastimamos... ¿Qué vamos a hacer?

UN ANIMAL
Él llamó, hace un momento...

LOS ANIMALES
Él llamó...

UN ANIMAL
Él gritó una palabra, una sola palabra: ¡Mamá!

LOS ANIMALES
Mamá...

(Todos se acercan al niño tirado en el suelo. Las 
ardillas se cuelgan con sus patas por encima de 
él, las libélulas le abanican con sus alas.) 

UN ANIMAL
Está muy callado... ¿Va a morirse?

LOS ANIMALES
Nosotros no sabemos vendarle la mano...
Detener la sangre...

UN ANIMAL 
(señalando la casa)
¡Ahí podemos encontrar ayuda!
¡Llevémoslo al nido!
Es necesario que oigan allí 
la palabra que gritó hace un momento...
Probemos a gritar esa palabra...

(Los animales levantan al inerte y pálido niño 
y lo cargan, paso a paso, hacia la casa.) 

LOS ANIMALES 
(vacilantes)
Ma... má...

(más fuerte) 

¡Ma... má!

(El Niño abre los ojos, intentando levantarse.
Con sus patas, sus alas, sus cabezas, sus lomos, 
los animales lo sostienen.) 

LOS ANIMALES
¡Mamá!

(Una luz se enciende tras la ventana de la casa. 
Al mismo tiempo, la luna, rosa y dorada, inunda 
el jardín de claridad. Los animales, uno por uno, 
dejan de sostener al niño pues ya no es necesario, 
retirándose cadenciosamente. El grupo que 
rodeaba al niño se aleja de él, batiendo las alas 
y con saltos de alegría. Cuando las sombras de 
los árboles cubren al cortejo, queda el niño solo, 
erguido, iluminado por un halo de luna. Tiende
sus brazos hacia aquella a quien los animales 
llamaron "Mamá") 

LOS ANIMALES
Es bueno, el niño, es prudente, muy prudente...
Él sanó la herida y detuvo la sangre...
Él es bueno... es tan dulce...

EL NIÑO
¡Mamá! 
 
 FUENTE (FRANCÉS-ESPAÑOL)


25 ago 2012

ALBUMES DE POESÍA ILUSTRADA DE EDITORIAL PINTAR-PINTAR

El poema que cayó a la mar
Texto: Aurelio González Ovies
Ilustraciones: Ester Sánchez


Caracol
Texto: Aurelio González Ovies
Ilustraciones: Elena Fernández

Musical-Landia
Texto: Esther García
Ilustraciones: Anxelu González



Menú de versos
Texto: Esther García
Ilustraciones: Borja Sauras

Todo ama
Texto: Aurelio González Ovies
Ilustraciones: Antonio Acebal

Daniela
Texto: Ana Tortosa
Ilustraciones: Ester Sánchez


La Luna tiene una Liebre
Texto: Francisco Álvarez Velasco
Ilustraciones: Fernando García-Vela

Besos
Texto: Txabi Arnal Gil
Ilustraciones: Julio Antonio Blasco

Deva y el pollito
Texto: Esther García
Ilustraciones: Tina García

Mi madre
Texto: Aurelio González Ovies
Ilustraciones: Job Sánchez

Arroz, agua y maíz
Texto: Berta Piñán
Ilustraciones: Elena Fernández

Chispina
Texto: Aurelio González Ovies
Ilustraciones: Ester Sánchez



 ALBUMES DE POESÍA ILUSTRADA DE EDITORIAL PINTAR-PINTAR


































3 ago 2012

MI MADRE ES RARA de Rachna Gilmore, ilustrado por Brenda Jones


Mi madre es tan rara a veces... Algunas mañanas, cuando se despierta, aparece con cuernos en la cabeza, uñas afiladas y dientes largos y puntiagudos. En vez de hablar, gruñe...

Pero despues de tomarse su cafecito de la mañana, los cuernos desaparecen y los dientes y las uñas vuelven a ser de tamaño normal. Mamá habla con voz muy dulce...


La madre de María siempre es muy amable. Nunca grita. Habla con voz muy dulce y huele muy bien.
Toqúe el timbre y María me abrió la puerta.
¡Hola!-le dije–. ¿Puedo quedarme a jugar contigo?
– Claro que sí. Entra –dijo María. y echó un a mirada por encima del hombro–. Pero no debemos hacer ruido...

...¿Qué está pasando? – susurré.
–  A veces se pone así. Mi hermanito se ha despertado seis veces durante la noche.
Pero no te preocupes, no pasa nada... si nos quitamos de en medio. – contestó María...

... me despedí de María. Atravesé el jardín y entré en casa corriendo.
Mi madre estaba arreglando la caja de mis juguetes. Aún tenía cuernos.

Corrí hacia ella y le dí un gran abrazo.
– Te quiero mucho –le dije.

Entonces ocurrió una cosa muy extraña: los cuernos desaparecieron y sus uñas y dienets volvieron a ser normales. ¡Y sin café!
– Yo también te quiero mucho –dijo mamá abrazándome.
Sé que mi madre es un poco rara a veces.
Pero la mayor parte del tiempo no es así...

De EDITORIAL JUVENTUD
Para todas las madres raras que pasan por aquí...