8 jul 2012

EL GATO VIAJERO de Gianni Rodari



Una vez subió un gato al tren que va de Roma a Bolonia. Gatos en el tren siempre se han visto, generalmente dentro de un cestito, o en una caja con algún agujero para respirar. En el tren se han visto hasta gatos vagabundos, gatos de nadie que han caído en un vagón abandonado a la caza de topos. Pero éste de quien hablamos era un gato viajero y viajaba por su cuenta.
Llevaba una cartera negra bajo el brazo, como un abogado, pero no era un abogado, era un gato. Usaba gafas como un contable miope, pero no era un contable y veía estupendamente. Llevaba el abrigo y el sombrero como un galán, pero no era un galán, era un gato.
Entró en un compartimento de primera clase, echó el ojo a un sitio libre junto a una ventanilla y se sentó. En el compartimento ya había tres personas: una señora que iba a Arezzo a ver a una hermana, un comendador que iba a Bolonia por negocios y un jovencito que iba no se sabe dónde. La entrada del gato suscitó algunos comentarios:
La señora dijo:
—Qué gato tan mono, bsss, bsss, bsss... Viajas solo, como un hombrecito ¿eh?
El comendador dijo:
—Esperemos que no tenga pulgas.
—¿Pero no ve cómo está de limpio?
—Esperemos que... bueno, querida señora, yo soy alérgico a los gatos. Esperemos que no me pegue el catarro.
—Pero si no tiene catarro, ¿ cómo se lo va a pegar?
—A mi me lo pegan todos, apreciada señora, me lo pegan hasta los que no lo tienen.
—Bsss bsss, bsss... Te has adelantado para guardarle el sitio a tu dueña ¿eh?
—¡Miao!
—Qué vocecita tan bonita. ¿Qué habrá dicho?
El jovencito habló por primera vez:
—Ha dicho que no tiene dueños, es un gato libre y soberano.
Graphics
—¡Qué interesante!
—O sea, un gato vagabundo —observó suspicaz el comendador—, esperemos que no me contagie el sarampión.
—¿El sarampión? —exclamó la señora—. Pero si los gatos no tienen sarampión y además es una enfermedad que se pasa de niño.
—Querida señora, yo no lo he pasado de niño. ¿Sabe que es más peligroso si se tiene de mayor?
El tren se puso en marcha y al cabo de un rato pasó el revisor.
—Billetes, señores.
La señora abrió el bolso:
—Uy, el billete, a saber dónde lo habré metido... Espere, espere, tiene que estar aquí... Ah, sí, menos mal.
—Gracias, señora. ¿Y el billete del gato?
—Pero si el gato no es mío.
—¿Es suyo, señor?
—Sólo faltaría eso —estalló el comendador—. No puedo aguantar a los gatos. Me hacen subir la tensión.
El gato tampoco es mío —dijo el joven— Es un gato que viaja por su cuenta.
—Pero tiene que llevar billete.
—No le despierte, que duerme... Es tan gracioso, mire que morrito.
—Morrito o no, tengo que picarle el billete.
—Bss, bss, bss —hacía la señora—, minino, minino..., ea, vamos, mira quién está...
El gato abrió un ojo detrás de otro y maulló:
—Miao miao.
—¡Y encima protesta! —criticó el comendador—. Es como, para volverse loco. Por que no viaja en coche cama, digo yo...
—No ha protestado —explicó aquel joven—. Ha dicho: ruego que me perdone, me había amodorrado...
—Amodorrado ¿eh?
—Sí, parece que le gustan las palabras selectas.
—Miao miao —hizo de nuevo el gato.
—¿Qué ha dicho ahora? —preguntó la señora.
—Ha dicho: por favor, aquí está mi billete —tradujo el joven.
—Oiga, compruébelo bien —dijo el comendador al ferroviario—, hay gente que viaja en primera con billete de segunda.
—El billete es correcto, señor.
—Miao, miao, miao —maulló el gato enérgicamente.
—Dice —explicó el joven— que debería ofenderse ante sus insinuaciones, pero le respeta en atención a sus canas.
—¿Canas? ¡Pero si soy calvo!
—Miao, miao.
—Dice que ya ha visto que es calvo, pero que si tuviera pelo sería blanco.
La señora suspiró:
—Qué bien entiende usted la lengua de los gatos. ¿Cómo se las arregla?
—Es fácil, basta con prestar mucha atención.
—¿Miao? ¿Miao?
—Pero cuánto habla ese gato —gruñó el comendador—. No se calla ni un momento.
—¿Qué ha dicho? ¿Qué ha dicho? —preguntó la señora al joven.
—Ha preguntado si le molesta el humo.
—Qué va, minino, nada de eso... Uy, mire, me ofrece un cigarrillo... ¡Qué bien enciende! ¡Parece de verdad! Quiero decir, parece un auténtico fumador.
—Si fuma es un fumador ¿no? —refunfuñó el comendador—. ¿Qué quería que fuese, un cazador de leones?
—Miao miao. Ha dicho: hermoso día. Ayer no fue tan bonito. Esperemos que mañana sea tan bonito como hoy. ¿Van lejos sus señorías? Yo voy a Venecia por asuntos de familia.

PRIMER FINAL
 
Se descubre que «aquel joven» es un ventrílocuo, prestidigitador e ilusionista: todo lo hahecho él.
 
SEGUNDO FINAL
 
Se descubre que el gato no es un verdadero gato, es un gato-robot: un juguete de lujo quese pondrá a la venta las próximas navidades.
 
TERCER  FINAL
 
Aún no existe. Pero sería bonito que algún día se pudiera hablar realmente con los animales. Si no con todos,  por los menos con los gatos.


EL  FINAL  DEL  AUTOR


También aquí me gusta más el final que aún no existe. Siempre estoy a favor del futuro.


5 comentarios:

  1. Quinto o Sexto final: Los otros pasajeros se dan cuenta que sus prejuicios son verdaderos, pero que son ellos quienes tienen los defectos que ven en el gato.

    Y el gato llega en tiempo y forma a su destino, sin que nadie más se interponga en su camino.

    Saludos

    J.

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    1. Gracias José, pero me quedo con el de Rodari, me atraen los finales abiertos. Ahora lo dejo porque tiene muchos blogs, y encima, interesantes.
      Saludos, Valeria.

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  2. que tipo de texto es ?

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  3. quien me podria ayudar con una reseña sobre este cuento gracias

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